Eran casi las 9 y ahí solo había una niña metiéndose en problemas y un joven cumpliendo. Eran las 9 y tanto y era la primera vez que caminaban de la mano.
Ya, más tarde, eran sueño de luz , colores y risas en una ciudad por descubrir.
Cegados, ambos llenaban sus pequeñas manos de abrazos y tranquilidad. De pronto suena el despertador. Era otro sueño arruinado por la rutina.
De vez en cuando tomo muchos papeles, los junto, los ordeno y escribo una carta interminable contando una sarta de nimiedad cotidianas de mi vida. Tomo el sobre, escribo la dirección y luego... Luego guardo la carta.





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